Los Trastornos generalizados del desarrollo incluyendo en su tipificación al Autismo y al Asperger, compartiendo éstos caracteres comunes, particularmente los identifica y diferencia como trastornos que obedecen a criterios que son necesarios distinguirlos para una adecuación propia. Si deseas dar un trato específico a individuos con estos trastornos ¡Continúa leyendo!
Índice de Contenido
¿Autismo o Asperger, qué son?
El Autismo y el Asperger pertenecen a los Trastornos generalizados del desarrollo (TGD), los cuales se caracterizan por perturbaciones importantes, sostenidas y generalizadas en lo tocante al desarrollo vital del individuo, en la esfera social y comunicativa. Por ello, suelen ser identificados y confundidos entre ambos diagnósticos.
Así, el individuo autista posee valores deficitarios en la interacción y en las relaciones sociales y de la comunicación. Mientras que el individuo diagnosticado con Asperger posee alteraciones importantes y sostenidas en la interacción social, desarrollando patrones comportamentales restrictivos y reiterativos. Una diferencia clínica es que el Asperger es más grave que el Autismo.
La diferencia diagnóstica entre uno y otro trastorno consiste específicamente, evaluadas sus otras diferencias, en que los individuos con Asperger no tienen un retraso del desarrollo lingüístico. Éste no se diagnostica si existen criterios de Autismo.
¿Cuándo es Asperger y sus características generales?
Cuando se establecen criterios que pertenecen a otras diagnosis de los diferentes TGD, se descarta la existencia del trastorno Asperger. Los variados signos efectivos que se observan en dicho trastorno pueden ser neurológicos, como también pueden existir retrasos del desarrollo motriz (por ejemplo problemas en la motricidad). Éste trastorno suele ser más frecuente en varones.
Los individuos con dicho trastorno suelen ser calificados como “peculiares”, sus intereses pueden variar de muchas maneras (por ejemplo, habiendo fascinación por los diferentes tipos de colores de perros).
La mayoría de las señales visibles se ejercen sobre todo en el plano social-afectivo, no habiendo una manifestación espontánea y libre de sus preocupaciones, intenciones, disfrutes, intereses, entre otros.
También, hay una nula ausencia de retroalimentación y reciprocidad emocional, afectiva y social. La repetitividad, la inflexibilidad práctica, lo absorbente de su comportamiento, la atención focalizada en “menudencias”, son factores clave para su identificación.
Importancia en la diferenciación de uno y otro
El individuo con trastorno autista o el Asperger obedecen a necesidades y demandas diferentes. Las actividades del individuo con éste último, suelen ser relativamente funcionales, aunque algunas veces puede ser confundido con esquizofrenia (cosa que no es cierto). Por ello, se hace imperativo entender su operatoriedad concreta.
Su manierismo, estereotipación y reiteración hacen parte del despliegue del antedicho trastorno; no habiendo retraso lingüístico, posee un comportamiento adaptativo acorde a la edad, pudiendo haber interés acerca del ambiente.
El individuo con Autismo respecto del que tiene Asperger cualitativamente puede parecer menos “raro” o “extravagante” respecto de lo esperado con criterios de educación estándar
Tocante a la educación diferencial es necesario emplear la agudeza diagnóstica por parte del docente para establecer los criterios delimitadores entre trastornos que pueden darse en el discente. Para ello debe partir de un enfoque multidisciplinar con la psiquiatría, la psicología o incluso la neurología.
En nuestro caso, el educador se debe centrar en ambos trastornos y debe ser aquel que logre integrar a los alumnos a un entorno afectivo-social, reconociendo la talidad de los trastornos pero intentando superarlos para dar un margen más amplio de acción a éstos individuos.